no superarse puede provocar angustia en la persona, ya que, cuando se pretende alcanzar una visión
personal, las creencias de no puedo o no soy digno paralizan a la persona.
Fritz (1988), citado por Senge (1992), propone tres estrategias genéricas para afrontar el conflicto estructural. La primera estrategia, y por desgracia quizá la más utilizada, es el desgaste de la
visión. Es decir, en esta estrategia se renuncia a lo que se quiere porque no se pudieron superar los
conflictos. Esta renuncia muchas veces se disfraza de una forma en la que la persona se justifica y
parece que fue una decisión que se tomó: “al cabo que ni quería”, “no era lo mío”, “eso no era para
mí”, “mis padres habían decidido por mí”, “mi jefe tuvo la culpa”, etc.). Pero en realidad, detrás de
estas frases se esconde una renuncia a seguir luchando para superar los conflictos.
La segunda estrategia es la manipulación del conflicto, en la cual el estímulo es externo y viene
normalmente del temor al fracaso, haciendo referencia a lo que no deseamos. Ésta es una estrategia
muy utilizada por directivos que tratan de motivar a su gente enfatizando las consecuencias desagradables
que se tendrían si no se alcanzaran las metas de la compañía. Otro ejemplo son los movimientos
sociales que tratan de movilizar a la gente a través del miedo, proponiendo una “visión negativa”.
También hay padres que utilizan esta estrategia “motivacional” con sus hijos: mediante la presión
y castigos cuando el hijo falla en su intento por alcanzar lo que el progenitor quiere. Este tipo de
estrategia no es genuina, porque el individuo no puede vivir con un eterno temor al fracaso; porque
aun cuando alcanza sus metas, de inmediato empieza a tener miedo de perder lo que ha ganado.
La tercera estrategia para superar el conflicto es la fuerza de voluntad (disciplina y pasión) que
consiste en disciplinarse y llenarse de energía para superar los conflictos y los obstáculos que impiden
el logro de nuestras metas. Es una estrategia más genuina y es la que usa la gente de alto desempeño,
puesto que esa fuerza de voluntad surge de los deseos y la pasión por cumplir la meta, por
alcanzar esos sueños. Aunque debe decirse que esta estrategia también tiene sus desventajas, puesto
que cuando la persona se concentra demasiado en los resultados, en el “éxito”, puede requerir un
esfuerzo que le lleve a descuidar otros aspectos de la vida igualmente importantes como la familia, la
paz y la felicidad interior. Para atenuar estas desventajas, Senge (1992) propone comprometerse con
la verdad, entendiendo ésta como tener el empeño para extirpar las maneras de limitación o engaño
que impiden ver la realidad. Asimismo, es importante desarrollar señales de advertencia interna
para no caer en la trampa de que si las cosas no funcionan como nosotros queremos, entonces están
mal, como cuando nos hacemos las víctimas y culpamos algo o a alguien por nuestros problemas o
dificultades: “renuncio porque nadie me aprecia”, “no me comprenden, no valoran lo mucho que
yo hago”. Esto implica ensanchar nuestra percepción de las cosas y nuestro conocimiento interno,
con lo cual regresamos al centro de la figura 1.1.
Así, la estrategia ideal para superar el conflicto estructural de la figura 1.2 es la fuerza de voluntad
con aprendizaje y equilibrio. Son aspectos que tenemos que aprender a desarrollar en nuestras
familias, organizaciones y países. La fuerza de voluntad nos permitirá sacar lo mejor de nosotros,
aquello que nos haga alcanzar metas en las diversas facetas de nuestra vida (laboral, familiar, personal,
comunidad); además, hará que nos apasionemos por visiones genuinas y que, al luchar por
ellas, nos conozcamos mejor y aprovechemos nuestras fortalezas para trabajar en mejorar nuestras
creencias sobre el mundo.
Figura 1.3 Estrategias para superar el conflicto estructural de la figura 1.2. |
Entonces conviene preguntarnos: ¿cómo sacar mayor fuerza de voluntad? Claro que la primera
respuesta es que ésta proviene del estímulo que surge de imaginar y hablar de nuestras metas y anhelos.
Aunque conviene pensar de dónde más sacarla. La fuerza de voluntad la da el cerebro y el pensamiento,
pero para que éstos tengan más fortaleza, pasión y convicción, es necesario apoyarse en el lenguaje,
ya que tiene una influencia decisiva en los pensamientos. Por lo tanto, el reto es alinear el lenguaje con
nuestras metas y anhelos. Como señalaba Octavio Paz: “El mayor invento humano es el lenguaje, de
hecho somos lo que nuestro lenguaje es”. Entonces, si nuestro lenguaje interior, oral y corporal es negativo, lleno de flojera y pretextos, estaremos debilitados en nuestra fuerza de voluntad para alcanzar
las metas. En cambio, si establecemos un diálogo interior para estimularnos ante las dificultades, para
reforzar nuestro lenguaje oral y corporal, y para alinearlo con nuestras metas, tendremos más fuerza de
voluntad y estaremos caminando en la dirección que deseamos. Al ir acercándonos a nuestras metas
recibiremos el impulso del éxito parcial. Lo expuesto acerca de cómo superar el conflicto se resume en
la figura 1.3.
El punto de partida para alcanzar el diálogo interior y el lenguaje que potencien la fuerza de voluntad es el pensamiento porque, como señala Maxwell (2003): “Todo inicia con un pensamiento, lo que nosotros pensamos determina quiénes somos”. La gente exitosa piensa diferente de la que no lo es. Una de las principales razones por las que la gente no alcanza sus sueños es porque desea cambiar sin modificar sus pensamientos. Por el contrario, si cambian nuestros pensamientos se modifican nuestras creencias, y si cambian nuestras creencias se modifican nuestras expectativas. Si cambian las expectativas se modifican nuestras actitudes básicas hacia la vida, y al cambiar éstas se modifican nuestros comportamientos. Si nos comportamos diferente y más acorde con ciertas metas, cambiarán nuestros logros y resultados. Con esto, al final es posible cambiar nuestra vida (vea la figura 1.4). Por lo tanto, si lo que queremos es cambiar nuestra vida, en primer lugar debemos definir hacia dónde queremos cambiarla y hacerlo mediante el pensamiento. En resumen si el pensamiento no se modifica no hay cambio.
Cambiar los pensamientos es difícil, pero Maxwell enfatiza que es posible hacerlo. Su libro propone, por un lado, aclarar y enfocar los pensamientos hacia aquellas cosas que realmente queremos, y, por el otro, desarrollar las habilidades del pensamiento. Por ejemplo, sugiere que se tenga el hábito de dedicar tiempo a distinguir objetivos y metas, que se identifiquen prioridades y se aprenda a hacer un lado las distracciones.