Responsabilidad de actuar y visión personal
Para ser más productivos y eficaces, se sabe que no hay atajos: se requiere seguir el camino del trabajo, el esfuerzo y la preparación, empezando, como se muestra en la figura 1.1, de adentro hacia a fuera. Por ello, cualquiera que sea la situación de un individuo, lo primero que debe saber es que sólo él tiene la responsabilidad de decidir y actuar. Como lo señala Covey (1997b), el primer hábito de una persona eficaz es el hábito de la proactividad; es decir, que es libre para poder escoger su respuesta a los estímulos del medio ambiente. Se trata de asumir la responsabilidad de actuar de acuerdo con principios y valores, en lugar de sólo responder reactivamente. Por ello, debemos esperando a que nos pongamos en marcha, delineemos un camino y actuemos. Ser proactivo, entonces, no significa sólo tomar la iniciativa, sino asumir la responsabilidad de hacer que las cosas sucedan, decidir en cada momento lo que queremos hacer y cómo lo vamos a hacer. O como lo define Frankl (2004): ”Proactividad es la libertad de elegir nuestra actitud frente a las circunstancias de nuestra propia vida”.
Pero para actuar se debe saber que “no hay viento favorable para quien no sabe a dónde va” (Séneca). En otras palabras, una característica fundamental de la persona eficaz es que tiene claro a dónde va, tiene una visión de sí y aprende a distinguir continuamente lo que es importante para ella, de tal manera que concentra sus energías, emociones, pensamientos, acciones y relaciones para alcanzar esa visión. Por lo general, esta visión contempla distintas áreas de desarrollo de la persona: trabajo, familia, yo interior, comunidad y diversión. Las visiones personales son multifacéticas e incluyen aspectos materiales como dónde se desea vivir, y aspectos personales como salud, paz interior, libertad, etc. De aquí que la primera tarea de cada individuo sea meditar y determinar cómo se ve en los próximos cinco o 10 años, cuáles son sus sueños y anhelos en las diferentes áreas de desarrollo, para, a partir de esto, plantearse una visión y que de ella se desprendan las metas y retos que den sentido a su vida y estimulen su pensamiento y energía. Como lo señala Senge (1992): “Tener una visión de sí significa abordar la vida como una tarea creativa, vivirla desde una perspectiva creativa y no meramente reactiva”. O como lo señala Covey (1997b): “El segundo hábito de las personas eficaces es comenzar con un fin en mente, para hacer posible que sus vidas tengan razón de ser, pues la creación de una visión de lo que quieren lograr permite que sus acciones estén dirigidas a lo que verdaderamente es significativo en sus vidas”.
Construir una visión personal ayuda a romper la tendencia actual que propicia vidas rutinarias y sedentarias, en las que, en lugar de realmente comunicarnos, sólo nos convertimos en receptores solitarios y compulsivos de lo que se transmite por televisión e internet. De tal modo que, en vez de ejercitar en forma activa el cuerpo, las emociones y los pensamientos, la rutina y la inercia en el trabajo y en la familia nos dominan, por lo que es necesario hacer un alto en el camino para meditar y esclarecer cuáles son nuestras metas genuinas para los próximos años y cuál será la forma de cumplirlas.
A partir de la realidad de cada persona, estas metas tienen que ser retadoras, motivantes y auténticas.
No se debe abusar de las máscaras que ayudan a adaptarnos superficialmente a la realidad, sino procurar dar mayor autenticidad a nuestra vida (Reig y Jaula, 2001). Es importante ampliar la pasión por los retos, dejando atrás la pasividad y las quejas por los males de la sociedad. Es necesario levantar la vista para ver nuevos horizontes por los cuales trabajar y comprometerse, aprendiendo a ser generosos, dejando a un lado las envidias y sospechas de todo aquel que ha logrado sobresalir, y en cambio, aprender a alegrarnos de sus victorias.
Es importante superar la mediocridad y las prácticas directivas arcaicas. Hay que fortalecer la convicción de que existe un futuro por el cual se debe trabajar, y como éste no puede adivinarse, entonces primero debe imaginarse para después empezar a trabajar por él.
En resumen, debemos tener una visión y, a partir de ella, crear metas que sean lo suficientemente claras para mantenerlas enfocadas, lo suficientemente cercanas para que puedan alcanzarse y lo suficientemente útiles para que al lograrlas cambien nuestra vida.